BIOGRAFIA
Benito Lertxundi nació en Orio (Gipuzkoa) un día de Reyes de 1942. El es el más joven de una amplia y modesta familia de 9 hermanos. En su familia no existía tradición musical, aunque gustaban de cantar todos reunidos los días de gran fiesta. El propio Benito mostró mayor inclinación hacia el dibujo que para la música, aunque recuerda cómo le gustaba escuchar, en silencio y a escondidas, al organista local. La enseñanza oficial de la época, con una lengua impuesta, no era en absoluto de su agrado, y una vez terminada la escuela ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de los franciscanos de Zarautz. Allí aprendió a trabajar la arcilla y la madera; ganó varios premios y consiguió su primer puesto de trabajo, como tallista. Con 19 años entró a trabajar en la relojería de Martín Lizaso, donde aprendió a arreglar relojes e hizo un descubrimiento crucial. Un día Lizaso le bajó un viejo laúd, y Lertxundi se puso a afinarlo y a tocarlo a su aire. Le gustó la experiencia, y su siguiente paso fue comprar una guitarra eléctrica. Practicaba en la misma relojería, antes de abrir por la tarde, haciendo versiones en euskera de sus grupos y cantantes favoritos: los Shadows, Cliff Richards, Elvis Presley… Sin embargo, su afición no se hizo pública hasta que se presentó a un concurso de canto organizado por el diario donostiarra La Voz de España. El era uno más entre los 400 o 500 participantes que acudieron al teatro Bellas Artes, pero resultó seleccionado y a partir de ahí comenzaron a cambiar las cosas: se hizo famoso en su pueblo… y recibió una llamada de Mikel Laboa.
Hacia el año 1965 se estaba gestando el movimiento Ez Dok Amairu, alrededor del cual se movían, entre otros, los hermanos Artze, Jose Angel Irigarai, Lourdes Iriondo, Xabier Lete, Julen Lekuona, el propio Laboa… y el influjo de Oteiza, en aquel gran impulso que pretendió renovar el arte vasco y concienciar a la sociedad. Ez Dok Amairu resultó un magnífico lugar de experimentación y aprendizaje, y aunque se disolvió en 1972, ya había dejado su huella e impronta en Benito. En 1971 se publica su primer disco de larga duración con su nombre como título: 'Benito Lertxundi'. En realidad se trataba de la recopilación de sus primeros singles: sus primeras canciones de amor y lucha, cantadas con la única ayuda de la guitarra, combinando temas populares y creados, aunque hoy en día nos pueda parecer musicalmente algo ingenuo. 'Oro laño mee batek…', su primer trabajo largo, es de 1974. Aun continuando en una línea de sencillez musical, es ya más maduro y elaborado, un presagio de su producción futura. Además de los poemas de Lizardi, cabe destacar canciones que han perdurado en nuestra memoria colectiva, como la jota 'Herri behera' o 'Txori txikia', basada en un poema de Artze.
En 1975 ve la luz '...eta maita herria, üken dezadan plazera', que, además de conseguir gran éxito, se convierte en un disco clave: está ya presente el embrujo de Zuberoa, la Navarra de ambos lados de la frontera y un ramillete de canciones inolvidables, como 'Atharratze', 'Jaun Baruak', 'Maria Solt'… Consigue así un mundo espiritual, casi mágico, impregnado de un clasicismo de gran belleza. En 1977 publica el doble 'Zuberoa-Askatasunaren semeei', que podemos tomar como declaración de amor y homenaje a Zuberoa. Por otra parte, el uso de instrumentos antiguos autóctonos subraya el ambiente popular suletino. Hay que mencionar también que Lertxundi se rodea de un buen grupo de músicos, así como la presencia de Bretaña y el mundo celta. En 1981 sale a la calle otro disco doble: 'Altabizkar-Itzaltzuko Bardoari'. Tomando como base la batalla de Roncesvalles, Benito retoma los escasos restos de la épica vasca y les da un tratamiento especial: canciones largas, ambientación instrumental…, 'Matalaz' y 'Muñagorri' forman parte asimismo de ese fondo épico. En la segunda parte destaca la historia escrita por Arturo Kanpion, pero tampoco podemos olvidar temas entrañables como 'Oi ama Eskual Herri' o 'Nere herriko neskatxa maite'. 'Gaueko ele ixilen baladak', publicada en 1985, supone una búsqueda e investigación interior, para formular y expresar su filosofía personal. Son canciones de largo aliento, con textos cargados de simbolismo, como la que da título al disco u otras: 'Ni Olentzero naiz', 'Gaua eta ni'… Fue también importante la colaboración del pianista italiano Antonio Breschi.