En 1981 tuvo lugar un inesperado golpe de suerte: One Ten editó el single 'O Superman/Walk the dog', sugerente mezcla de música repetitiva, intencionadas apropiaciones de una sonoridad de consumo y excitantes electrificaciones, inexorablemente destinada al éxito. Se dice que la gran virtud de la cultura americana es saber absorber todo lo que pueda ser objeto de controversia, si es susceptible de tener éxito. Esta vez, la potente Warner Bros no dejó pasar una ocasión tan preciada, y el disco se distribuyó siguiendo las reglas del mercado y convirtiéndose, sin dificultad, en un gran éxito. Ambos temas se extrajeron de versiones grabadas en estudio de piezas originariamente pensadas para 'United States', monumental obra en la que Laurie Anderson trabajó con genial empeño. Pero la reducción discográfica de 'O Superman' presenta el inconveniente de omitir las acciones gestuales que se suceden en el transcurso de su ejecución: Laurie ejerce el control de las fases sonoras únicamente con la mano derecha mientras que la izquierda es embestida por la luz de un reflector proyectando su sombra a espaldas de la artista, amplía las formas conseguidas: martillante, en puño, ondulante...El siguiente álbum, 'Big science', con material enteramente procedente de la misma ópera, significó la definitiva captura de la presa/éxito por parte de Laurie. Por consiguiente, llegaron las primeras señales de notoriedad: la portada de Soho News, las entusiastas referencias de Life y Village Voice y el interés internacional hacia este nuevo personaje. Una vertiginosa serie de apariciones en directo le permitieron definir la compleja interacción de situaciones que toman forma en el curso de sus "conciertos", en los cuales la música representa sólo el elemento más fácilmente intuitivo.
Una pantalla enorme recoge, en rápida alternación, fragmentos de animación, efectos fotográficos y cinematográficos de gran eficacia y referencias verbales, mientras extravagancias transformistas, mímicas, corporales y de vestuario animan una escenografía cambiante. Su violín, elevado a insolente símbolo de dominio tecnocrático y de transmisión musical, se convierte en un insólito instrumento de entretenimiento. Tanto clamor no le impidió concederse otros 6 minutos y 55 segundos de libertad robados furtivamente a una grabación de 1977, e incluirlos en otra antología de The Giorno Poetry System de 1982, 'You're a hook', en la que se ve acompañada por el poeta beatnik Allen Ginsberg, Jimi Carroll y Lenny Kaye. EI fatídico 1984 sintetizó los compromisos de Laurie. La elección de sus compañeros de aventura para el álbum 'Mister heartbreak' confirmó una estrategia sonora no anunciada: Bill Laswell y Anthon Fier, valientes defensores de un tribalismo jazzístico, Nile Rodgers y su concreción "chic", Peter Gabriel, delicado cantante de amenazante ansiedad, y también Adrian Belew, Phoebe Snow y William S. Burroughs. Poco tiempo después apareció 'United States', grandioso, seductor e impetuoso cuadro de una nación, en un insólito formato: un estuche con cinco discos. Su atrayente aspecto gráfico, el gusto por el acontecimiento inesperado y la sacudida de un mercado musical cada vez más aburrido aparecían como el contorno de un gesto que iba más allá del simple acontecimiento sonoro. La obra se divide en cuatro partes, separadas por temas: el movimiento, la política, el dinero y el amor, diferentes aspectos de la vida americana, tratados con igual ternura y comprensión; la provocación es embarazosa, pero la broma no es ultrajante. En comparación con un libro o una escultura, el estuche asume la multitud de señales a las que la autora hace referencia. Encendidos lectores de agonías neoyorquinas, como Peter Gordon y David Van Tiegham, y seguidores incondicionales de la electrónica, como Ann de Marinis y Roma Baran, la acompañan en este hipotético viaje al american way of life.
Con gran atención se sacan a la luz indicios, lugares comunes y sinsabores de la humanidad violada y desatendida que se agita en las callejuelas de cualquier sitio. La relectura se desarrolla con ironía, sarcasmo, humor y una pizca de tristeza. La historia no se convierte nunca en un pretexto para hacer espectáculo, pero el show es un semillero que despierta la imaginación, del cual Laurie es siempre la impersonal e impertérrita narradora. La aplicación de diabólicas técnicas (vocoder, synclavier, vocal sampler, harmonizer) le permite incidir en su voz con una serie interminable de variaciones, como si una multitud de personajes inalcanzables poblase una escena desierta, una esquizofrénica subdivisión de la personalidad. En el transcurso de la representación se describen idilios, tragedias, alegrías, angustias, turbaciones y presentimientos: fragmentos de la vida americana que, en un furioso proceder, se crean y se destruyen en poco tiempo. Automóviles, estúpidas satisfacciones cotidianas, manipulaciones de cerebros, el poder totalizador de la publicidad, enfrentamientos nucleares y luchas entre inexistentes seres metálicos hacen de fondo al torbellino metropolitano que anima la escena. En un mismo territorio urbano y frenético, veteado de pensamientos turbulentos, se incluyen la vocalidad bañada de etnicidad y de intromisiones "dance" con las que Laurie confunde los inquietantes sonidos sintéticos del Jean-Michel Jarre de 'Zoolook', fechado en 1984. Después aparecen pequeñas variaciones imperceptibles en la construcción de un recorrido que discográficamente ya no ha ofrecido sorpresas. Finalmente, en 1986, aparece la adaptación en álbum de un proyecto originariamente cinematográfico, 'Home of the brave', para marcar el definitivo desinterés por el documento grabado.