En el segundo poemario ya es un hombre de mayor experiencia, es un hombre adulto. Se mantienen las mismas ideas, pero al mismo tiempo se pueden apreciar las dudas, las huellas que le han dejado el tiempo vivido lo conducen a la reflexión. Y a consecuencia de esa reflexión surge la citada duda: el problema de la concienciación. En su tercer libro la decepción cobra protagonismo, el poeta se muestra como un ser que no espera nada bueno de la vida, a pesar de que aún sigue preocupado por la libertad. Así mismo, aparecen dos conceptos: la necesidad de la lucha y la resignación'. Si bien en Urrats desbideratuak permanece la influencia existencialista, el poeta dio paso a nuevas reflexiones filosóficas que tienen como principal eje la visión de Nietzsche. En opinión de Esther Zarraua, 'la única salvación está en la huida, incluso en la más dramática de ellas, en la muerte. El poeta está hastiado de este mundo del que quiere escapar de alguna manera. Esto contrasta con lo que pensaba en el 66. Entonces es el existencialista que piensa que el hombre no tiene esperanza porque es consciente de que un día morirá, y de que nunca podrá hacer lo que quiere porque en cualquier momento la muerte se puede interponer en su camino. De todos modos, tiene una solución para esa situación desesperada del hombre, y esa solución es el amor, lo cual lleva a creer en Dios, porque es el único que puede hacer pervivir al amor incluso después de la muerte'.
Tras la publicación de Urrats desbideratuak, Lete abandonó por un tiempo la creación literaria para meterse de lleno en el mundo de la política. A lo largo de la década de 1980, el poeta ostentó los cargos de Director General, primero, y Consejero, después, dentro del Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Guipúzcoa; pero debido a problemas de salud se apartó definitivamente de la actividad pública. Una vez recuperado, Lete publicó su tercer poemario: Zentzu antzaldatuen poemategia (Poemario de los sentidos transmutados; 1992). Con dicha obra consiguió el premio de poesía Felipe Arrese Beitia otorgado por Euskaltzaindia (la Academia de la Lengua Vasca). Poco después, en una edición revisada, el poemario adopta el título de Biziaren ikurrak (Los símbolos de la vida). Según cita el crítico literario Iñaki Aldekoa, en esta obra 'la visión existencialista que daba el tono a Urrats desbideratuak entra en diálogo con una concepción más interiorizada y esencial de la vida. El poeta se siente más alejado de la vorágine de los eslóganes publicitarios e ideológicos, al margen de cualquier realidad social que lo distraiga de los más inmediato y anímicamente esencial para su salud física y, por qué no, espiritual. En ese sentido, Xabier Lete escribe una poesía agradecida a la vida, en la que no hay nada más sublime que la mirada contemplativa que celebra el milagro de la existencia misma en la secuencia cadenciosa de las estaciones: una poesía en la que el canto se confunde con la oración. Es el tono de voz de quien contempla los avatares de la vida con una mirada desapasionada y teñida de pesimismo, y que apela, desde la conciencia vívida de la muerte sentida siempre próxima, a valores tradicionalmente cristianos como la humildad, la piedad y el perdón'.
En 2009 se le otorgó el Premio de la Crítica de poesía en euskera 2008 por 'Egunsentiaren esku izoztuak', obra con la que también ganó el Premio Euskadi de Literatura en la modalidad de literatura en euskera. En abril 2009 fue nombrado miembro electo de Jakiunde, Academia de las Ciencias, de las Artes y de las Letras. Xabier Lete murió el 4 de diciembre de 2010 a los 66 años de edad a causa de una grave enfermedad que se le detectó en 1985.