Nacido el 24 de Agosto de 1948 en Lyon, Francia ESTILOS: Adult Alternative, Club-Dance, Experimental Electronic, Mixed Media, Progressive Electronic
BIOGRAFIA
La gloria, el éxito y la admiración han jalonado la carrera de Jean Michel Jarre, héroe indiscutible de la música comercial francesa. Su mérito reside en la decisión de asestar el golpe de gracia a las trilladas imágenes viejas de una Francia indiferente a la savia moderna. El título elegido para su primera publicación discográfica, 'Oxygene', parecía la señal de aviso de un nuevo respiro que invadió Europa, una respuesta cibernética o imprevisible a la ola de rock'n'roll y country-disco-folk procedente del nuevo continente, que ya había desplazado definitivamente los sonidos de la California ácida y que parecía querer sumergir al mundo en la ansiedad de Nueva York, trastornada y palpitante. Las biografías oficiales lo describen como un inexorable demoledor de primacías por los millones de copias vendidas, por el excepcional número de personas reunidas en sus conciertos, por su intuición comercial. En realidad Jean-Michel Jarre es un músico puro, atraído sólo por el mundo de las notas, esquivo, que huye de la mundanidad y de los cambios de la moda. Ni siquiera su matrimonio con la actriz Charlotte Rampling se ha convertido en un pretexto para precipitarse en el vertiginoso mundo de los chismes y de la publicidad gratuita.
Fiel siempre a un solo editor, Francis Dreyfus Music, y a una única compañía discográfica, Polydor, ha rechazado el star-system con una suficiencia sublime y una encantadora timidez. Nacido en Lyon el 24 de agosto de 1948, en el seno de una familia de músicos, demostró a una edad precoz tener dotes pianísticas y alternó los estudios de bachillerato con las clases de armonía, fuga y contrapunto en el Conservatorio de París, bajo la guía de Jeanine Rueff. Durante los años sesenta sintió una inexorable fascinación por la música que la Inglaterra rebelde y ultrajante de entonces estaba promoviendo. Así pues, tomó parte, como guitarrista, en la formación de varios conjuntos. Una vez diplomado, siguió profundizando en su formación musical y, en 1968, entró a formar parte del Grupo de Investigación Musical de París, dirigido por Pierre Schaeffer. En este ámbito tuvo acceso a estructuras y construcciones sonoras diferentes de las habituales en la tradición occidental clásica. Sus esfuerzos se dirigieron en este momento hacia un único objetivo, la realización de su propia sala de grabación, que reflejara técnicamente su pensamiento musical y en la cual pudiera recluirse.
En 1972, con apenas veinticuatro años, Jean-Michel Jarre tuvo la osadía de introducir la música eléctrica en el templo del clasicismo parisiense, la Ópera, en su trabajo para una coreografía de Norbert Schmuki, 'Aor'. Pero ya en 1970 'The cage', tema electroacústico, presagiaba las intenciones del joven músico. Apoyado por la curiosidad y el ansia de un público nuevo, superó los criterios restrictivos de una música dirigida exclusivamente al público culto y exigente que suele acudir a las salas de conciertos. Desmitificando la autocomplacencia cultural y dando nueva dignidad a los estribillos desenfadados, ha encarnado la realización del sonido desenfadado de una generación contradictoria y ecléctica. Su primera composición especialmente creada para un disco, 'Oxygene' (1976), es una suite completa, subdividida en seis partes, en la cual cobran vida los sonidos cósmicos y las pulsaciones rítmicas parecen latidos del corazón. La obra tuvo una gran aceptación en todo el mundo: el estadounidense People Magazin, lo eligió personalidad del año; Melody Maker habló de la bocanada de aire de Jarre. Playboy la definió como el más importante acontecimiento musical de los últimos diez años.
A pesar de todo, la crítica especializada lo acogió con reticencias. Una abrumadora calavera en vías de descomposición ilustraba la portada de 'Oxygen', y una absurda y ordenada extensión de humanoides ocupaba la de su siguiente álbum, 'Equinoxe', de 1979. Igual que la fase solar, a la que hace referencia el título del disco, introduce las estaciones intermedias; los sonidos en él recogidos son indicativos de la desgarradora lucha entre las tinieblas y el resplandor musical: la alegría se manifiesta con perplejidad y la tristeza con resignación, los recuerdos agradables se desvanecen, las victorias se animan con ídolos siniestros y las derrotas se tiñen de turbación. Es una música hecha de desencanto e incertidumbre. Son las primeras señales de la intolerancia del individualismo: las notas de Jarre habían quedado demasiado tiempo encarceladas entre los muros de una sala de grabación. La Plaza de la Concordia, el 14 de julio de 1979, fue el escenario de un grandioso espectáculo, que contó con la asistencia de más de un millón de espectadores. Según el autor, era la recuperación de la vieja tradición popular de las fiestas musicales al aire libre.
Pasaron dos años antes de que se publicara 'Magnetic fields', una exploración a través de paisajes sonoros diferentes. Ninguna frontera geográfica, política, social o cultural se interpuso a la difusión de las notas de Jean-Michel Jarre. En octubre de 1981, acontecimiento sin precedentes para la música occidental de aquellos años, Jarre fue invitado a actuar en la República Popular China. En Pekin y Shangai realizó cinco memorables conciertos, en el curso de los cuales el autor interpretó temas ampliamente conocidos y temas creados para la ocasión, compartiendo la interpretación con la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Pekín, dirigida por Hwang Feili. En mayo de 1982 apareció la grabación de estas actuaciones, 'The concerts in China', álbum doble en el que la intensa y equívoca compenetración de dos culturas tan distantes resalta como tema dominante. Jarre está acompañado por F Rousseau, D Perder, R Rizzitelli y P Mouray. Al año siguiente tuvo lugar otro acontecimiento: Jarre grabó un álbum titulado 'Music for supermarkets'; y desde entonces ninguna maravilla más.
El hecho desconcertante es la inmediata destrucción de todo el material que habría permitido la reproducción y la consiguiente subasta de la obra única, casi como queriendo revestir, con un gesto audazmente presuntuoso, un hecho sonoro y sus retazos consumistas de supremos contenidos artísticos. Los beneficios, una suma importante, fueron destinados a una galería de arte que concentra su interés en jóvenes artistas y escultores. 'Zoolook' (1984), es el álbum que permitió a Jarre disipar la ciega indiferencia de aquellos que, por esnobismo, lo creían encerrado dentro de los angostos ámbitos de la comercialidad. La presencia de sonoridades procedentes de otras categorías musicales hacen imposible catalogar las investigaciones contenidas en este disco. La tridimensional energía positiva de Laurie Anderson, el tosco sonido del bajista Marcus Miller y el exasperado y controvertido estilo guitarrístico de Adrian Belew suscitaron el desconcierto entre todos aquellos que estaban esperando al Jarre habitual.
El desesperado y espectral canturreo que acompaña las figuraciones de 'Ethnicolor', el esporádico jadeo de 'Diva', la frenética sucesión rítmica de 'Zooloohlogie' y el dócil y obstinado vocerío de 'Blah Blah cafe', son los escorzos de una búsqueda musical de gran fervor melódico. En 1986, el ciento cincuenta aniversario de la ciudad de Houston y la visita a Lyon de Juan Pablo II constituyeron dos grandes ocasiones para que Jean-Michel Jarre desplegara su música en espacios inmensos. En primer caso la ciudad puso a su disposición todo el centro: las deshumanizadas arquitecturas de los rascacielos iluminados por devastadores láser, enormes pantallas erguidas por todas partes, inundaciones luminosas y extraordinarios efectos visuales enmarcaron su actuación. La música incluida en el álbum 'Rendez- Vous', de gran impacto emotivo, fue usada como fondo de esos dos acontecimientos. El álbum 'Synthesis' (1987) pasó casi inadvertido, pero no se puede decir lo mismo de 'Revolutions', de 1988, demasiado elocuente ya desde las escuetas notas de la portada, cuya inclusión es algo insólito en Jarre.
El álbum dedicado a todos los niños de la Revolución, a los niños de la Revolución industrial, a los de los años sesenta y a los de la era computadorizada, a los niños de los emigrantes y a los Dulcie September. A estos últimos, mártires de la lucha contra el apartheid, les dedica también uno de los dos temas contenidos en el álbum. El breve apunte se cierra con una afirmación lapidaria: Habrá una sola Revolución, la que los niños llevan dentro. Aunque el compromiso social, en época reciente, ha implicado, quizá de manera no del todo desinteresada, a muchos músicos, hay que decir que Jean-Michel Jarre nunca ha mantenido en secreto sus ideales. Sonidos extraídos de un África que sufre, desarmantes coros infantiles, etéreas anotaciones de una realidad injusta y violencia encubierta son los puntos sobresalientes de una narración arrolladora; quizá precisamente porque, hoy más que nunca, la música de Jarre quiere desvanecerse en la esperanza. Se han disipado los fantasmas de un peligro inminente.